Guillermo II de Alemania fue el último emperador o káiser del Imperio Alemán y el último rey de Prusia. Gobernó entre 1888 y 1918.
Fue el hijo primogénito de Federico III y de la princesa del Reino Unido Victoria. Fue proclamado káiser tras el breve reinado de su padre. Es asociado a la Primera Guerra Mundial y el imperialismo europeo.
Guillermo II tenía una personalidad compleja, brutal para algunos, manipulador excesivo para otros, en suma una personalidad que algunos historiadores han tildado de megalómana extrema, poco tolerante y avasallante. No por ello menos inteligente y vivaz, y se ha afirmado que con el tiempo y la experiencia adquirió astucia política y militar.
Tal enfoque ciertamente estropeó la política alemana bajo su liderazgo, ejemplificándose principalmente en acontecimientos como el despido del cauteloso canciller Otto von Bismarck. El káiser tuvo una relación difícil con su madre, quien era fría y estricta con él, y se sentía en cierta manera culpable por la deformidad del brazo izquierdo de su hijo, tratando en muchas ocasiones de corregirla a través de un riguroso régimen de ejercicio y dolorosos sistemas médicos. En 1908 sufrió problemas mentales y, en adelante, su posición tuvo menor peso en la toma de decisiones en Berlín.
Resulta interesante que, dados sus orígenes ingleses, Victoria tratase de inculcar en su hijo un sentido de supremacía británica en muchos aspectos. Insistía en llamar a sus hijos por sus nombres en inglés: a Guillermo lo llamaba «William» y a su segundo hijo Enrique le llamaba «Henry». Ciertamente, el futuro káiser sentía un profundo respeto por Gran Bretaña, por su abuela la reina Victoria y por los ingleses. Esto se dio desde las etapas más tempranas de su desarrollo.
Guillermo II fue educado en Kassel en el instituto de enseñanza y en la Universidad. Poseía una mente muy ágil, que era frecuentemente subyugada por su temperamento cascarrabias. Tenía cierto interés por la ciencia y la tecnología del período, pero gustaba de hacer notar a la gente que él era un hombre de mundo, perteneciente a un orden distinto de la raza humana, designada a la monarquía. Guillermo II fue acusado de megalomanía (es una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por una inflada autoestima), en 1894, por el pacifista alemán.
Como vástago de la casa real, Guillermo II estuvo expuesto, desde una edad temprana, a la sociedad militar de la aristocracia prusiana. No es necesario mencionar que esto fue un elemento importantísimo en su vida, ya que se puede notar con facilidad que en su madurez era raro verlo sin el uniforme militar. Esta cultura militar del período tuvo un gran papel al forjar el carácter político de Guillermo II, así como en sus relaciones personales.
La relación de Guillermo II con los demás miembros de su familia era tan interesante como la que tenía con su madre. Veía a su padre con un profundo amor y respeto. La posición de su padre como héroe de las guerras de unificación fue responsable de la actitud del joven Guillermo, ya que en las circunstancias en las que fue criado, el contacto emocional cercano entre padre e hijo no era muy alentado. Más tarde, cuando estuvo en contacto con los opositores políticos de su padre, Guillermo II adoptó sentimientos ambivalentes hacia su padre, dada la notable influencia de su madre sobre una figura que debió haber sido de independencia masculina y de fuerza.
Guillermo II también idolatraba a su abuelo, Guillermo I de Alemania, y posteriormente intentó implementar una cultura del primer emperador alemán como «Guillermo el Grande». Guillermo I murió en Berlín el 9 de marzo de 1888, y el padre del príncipe Guillermo fue proclamado emperador como Federico III de Alemania. Federico murió de cáncer de garganta, y el 15 de junio de ese mismo año, su hijo de 29 años lo sucedió como Emperador de Alemania y Rey de Prusia.
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